Yo no miento. Mentir es cosa de cobardes.
En la vida se es valiente cuando vas con la verdad por delante, con la sinceridad como principio y final -o al menos eso pienso yo-.
Y la verdad duele, oh sí.
La verdad se puede describir; comparar; hiperbolizar. Se puede decir que la verdad es como un jarro de agua fría que congela tus huesos nada más rozarte la piel. La verdad es incorpórea, y traspasa con facilidad las barreras del corazón para atacarlo desde dentro. La verdad explota cuando no puede seguir siendo cobarde y vomita flores marchitas y e intentos de olvido. La verdad es la mejor en el escondite, y no se deja pillar.
Pero si la verdad quiere salir, sale. Y cuando lo hace, ciega a todo el que esté en su rango de alcance. Emite una luz tan brutal y potente que anula los aparatos eléctricos, cual campo magnético.
Yo no miento. Mentir es cosa de cobardes.
Y fui cobarde al decir que lo olvidaría.
Yo no olvido. Olvidar es para aquellos que no pueden superar.
Olvidar es para los que no son capaces de asimilar lo malo y tirar para delante; es la acción que llevan a cabo los que no quieren sufrir el pasado. Pero intenta olvidar una carga de cien kilos que se balancea sobre tus hombros. ¿La sientes? Pues eso no lo olvidas, por mucho que te esfuerces, que trates y que intentes sustituirla, la carga es pegajosa e inseparable. Los recuerdos son babosas del pasado que nunca resbalan de tu piel. Están ahí siempre, y no intentes despegarlas de tu cuerpo porque sólo harán más daño. Se llevan parte de ti con ellas y te dejan en un estado lamentable y depresivo. Te dejan en un estado de cobardía que comenzó a ser insuperable y que poco a poco se ha reafirmado en su teoría.
Yo no olvido. Por ello, si no miento ni olvido; si digo la verdad y supero, ¿en qué me convierto?