12.7.14

Despertar.

Abres los ojos de par en par. Respiración agitada, pulso acelerado, frente perlada de sudor —que puede ser de temor, o del agobiante calor del verano—. 
Te pellizcas. Estás despierta. Has vuelto al mundo donde sueños y pesadillas conviven como unidad, donde todo es una mezcla homogénea y confusa que marea y nos obliga a levantarnos. 
No soy una niña —aunque a veces intente parecerlo—. No solo nos niños tienen pesadillas. Las pesadillas son malos sueños reflejo de miedos y temores. 
Yo temo. Temo como lo hace cualquier persona que aprecie lo que tiene; temo como cualquiera que sonríe por no llorar, que quiere a alguien que no está. Temo por los que no tienen miedo, porque entiendo que entonces no han vivido lo suficiente y no han sentido el riesgo de perder. Temo y sueño por aquellos que no son capaces de hacerlo por sí mismos, por los que creen que no hay motivos para temer. 
Temo no poder recordar. Temo verme sola ante un pasillo oscuro de tres puertas. Temo a la soledad, al olvido y a la oscuridad. Temo a que las sábanas se enreden alrededor de mis piernas y me impidan echar a correr.


Remember to remember that you are not alone.

Yo temo a pasar por la vida sin darme cuenta, a dejar de lado las cosas realmente importantes, a olvidar a aquellos que debo recordar. Temo olvidar cómo soy realmente, alienarme en modas abstractas y perderme entre un océano de peces exactamente iguales. Tengo miedo a ser normal, ordinaria y mediocre; a caer en una aburrida rutina-absorve-almas. Temo a no lograr pasar página, a quedarme en blanco frente a la nueva e incluso a ni siquiera terminar el libro. Temo por las promesas incumplidas, los sueños cuasi-imposibles y los cabezotas que chocan una y otra vez contra la misma pared.
Temo a temer, a no distinguir entre realidad y fantasía, a verme sola ante el peligro, a una parálisis pre-acción. Temo a ser cobarde cuando más valentía se necesita, a dar un paso atrás cuando dos hacia delante me llevarían a tus brazos. Temo a aquella llave que no encaja en ninguna cerradura, al último folio del bloc y a la última lágrima del bolígrafo que he utilizado durante toda mi vida.
Lo confieso: temo a los deseos imposibles.
No por temer se es temeroso —como no por no comer carne se es vegetariano—. Se teme a niveles relativos, directamente relacionados con lo que nos arriesgamos a perder.

Aunque últimamente temo demasiado. Será porque siento que tengo más que perder.

1 comentario:

  1. Me bebía tus palabras prácticamente, y es que, no puedo sentirme más identificada con tu texto. Sin palabras. ♥♥

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