20.11.14

Tornados.

Que si. Que tengo miedo de perderte. Que quizás he llorado alguna que otra noche por el simple hecho de imaginar que algo podía acabar con esto. Y pensar que no te iba a ver al día siguiente y que no podría contarte lo que me corrompía por dentro era mil veces peor que pensar que a ti te podía molestar lo que yo pudiera haber dicho.
Que las palabras duelen como zarpas salvajes y los silencios están vacíos sin besos. Que para mí una noche sin despedida es como una cama sin almohadas, sin compañía.
Que quizás sea maniática y esté bastante más loca de lo que jamás llegué a creer, pero te quiero muchísimo más de lo que también he llegado a imaginar. 

Libertad máxima. Libertad dentro de lo que yo puedo soportar y de lo que yo puedo llegar a aceptar. Libertad para hacer lo que a cada uno le plazca sin tener la necesidad de consultar con nadie.
Tómate tu tiempo. Tómate todo el tiempo que necesites, aunque para mi sea el suplicio más grande por el que pueda haber pasado.
Tiempo necesita la gente para poner en orden su propio cacao mental. Tiempo necesito yo para aprender a no temer al tiempo, porque pasa y no vuelve. ¿De qué sirve vivir asustada por algo tan fugaz?
Las cosas pasan porque tenían que pasar, decían, pero yo me niego a dejar que las cosas pasen sin causa alguna. 

Orgullosos. Las cosas pasan cuando en vez de tragarse el capricho y el orgullo lo escupes a la cara.
Dejaré de dar vueltas en círculo alrededor de algo con una probabilidad ínfima y miserable. Porque para miserables aquellos que, como yo, giran y giran como peonzas, primero sobre sí mismas y luego sobre todo lo que encuentren a su paso. Curioso, porque eso me recuerda a un tornado, ese que alguna vez se llevó por delante la casita de Dorothy en Kansas. Es la ley del más fuerte la que dice que cuando llega lo imparable, todo se convierte en frágiles trozos de la escultura de cristal más delicada jamás creada. Intentar correr es ridículo e inútil. No se puede correr de uno mismo. 



Y al día siguiente, todo sigue igual. Paradójicamente, por donde pasó el tornado no hay ruinas, ni daños, ni gente asustada. No hay destrucción, consecuencias y medidas. No hay fin; quizás porque nunca hubo principio.
Normal, teniendo en cuenta de que era un tornado imaginario, un tornado mental; un sueño.
Todo estaba en mi loca y maniática cabeza. O en la de Dorothy.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si te ha gustado, ¡házmelo saber! Es toda una alegría para mí.